¡Ah!, los paisajes de mi niñez... ¿Cómo no recordar mi tierna infancia, en Renaico, en San Rosendo? Paisajes brumosos, otoños de lentos atardeceres, recuerdos en sepia... Amaneceres de lluvia, nubarrones negros donde mi fantasía podía reconocer gigantes y castillos... Ese olor a humedad, a pasto mojado, un viento gélido que refresca el alma... otear el horizonte con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados...

En este viaje, me reencontré con el niño que aún vive en mí, ese niño pueblerino de corazón inocente, que salía temprano de la casa en invierno, para ir al Colegio. El viento, el frío, la lluvia, mosaico de imágenes que nublan mis ojos... y ese temblor en mi cuerpo que no sé si es de frío o de emoción.
Qué lindo volver al sur en otoño...
Salud y honor:
HUGO TEILLIER